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32 Te la vestirás como túnica de gloria y te la ceñirás como corona de ensaltación. 33 Si quisieres, hijo mío, conseguir la doctrina y si te entregas a ella, vas a ser sobre aviso. Oigamos a Cristo como Palabra de vida; contemplémoslo como refulgente Lucero del alba (Cfr. Ap 2, 28; 22,16) que aguarda el instante de levantarse dentro de nuestros corazones. La voz magnífica comunica a Jesús como exactamente el mismo Hijo amado de Dios, en quien el Padre se gusta (Cfr. S 2,7). Con esas palabras, Dios nos deja asomarnos resumidamente a su interior. En la nube que representa el Espíritu Santo, el Padre revela su amor hacia el Hijo y nos sugiere ir a comunicar ese amor como hijos suyos bienamados.
Procuró primero el Reino de Dios, confiando en que Dios proveería (cf. Mt 6,25–34). Aún encadenado en su celda, mandaba a sus acólitos—y a nosotros—al Salvador. Él sabe que Jesús hace “las proyectos del Mesías” pronosticadas en la primera lectura y el salmo de el día de hoy. Pero desea que sus discípulos—y nosotros—sepamos que el Juez está a la puerta; que en Jesús, nuestro Dios vino a socorrer. Asimismo Moisés -que fue llamado a socorrer al hijo primogénito de Dios, el pueblo de Israel (cf. Ex– 4,22; Si 36,11)-, fue también amenazado al nacer, por un tirano receloso y enfadado (cf. Ex- 1,15-16). Y como Moisés fue salvado por su madre y su hermana (cf. Ex- 2,1-diez; 4,19), Jesús además es salvado por su familia, en concordancia el plan de Dios.
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Juan el Bautista cita esto, tal como la profecía de Isaías, para enseñar que toda la historia de Israel apunta a la revelación de Jesús. En Jesús, Dios ha llenado el valle que apartaba de Él a la raza humana pecadora. Él ha descendido desde el cielo y logró habitar su gloria en la tierra, como cantamos en el salmo de este domingo. El tiempo del exilio –la prolongada separación de Dios que la raza humana tiene debido al pecado- está a puntito de terminar.
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En la mayoría de las situaciones, el creador del delito es alguien a quien los progenitores o el niño conocen y esa persona puede ser alguien de seguridad o estar en una posición de responsabilidad con en comparación con niño y su familia. ¿Qué consejo le ofrecería usted a los padres, abuelos y guardianes que desean hablar con sus hijos sobre este tema? Los progenitores, abuelos y guardianes tienen que seleccionar ocasiones o instantes propicios para la enseñanza para remarcar las reglas de seguridad. Si ocurre un hecho en su red social y su hijo le pregunta sobre él, hable claramente pero con palabras tranquilizadoras. Explique a sus hijos que usted desea discutir con ellos las reglas de seguridad a fin de que sepan qué deben efectuar si en algún instante enfrentan una situación difícil. Asegúrese de que usted cuenta con “redes de seguridad” establecidas, a fin de que los pequeños sepan que siempre y en todo momento va a haber alguien que los podrá asistir.
Sus expresiones dan entendimiento a los fáciles, a los que son como pequeños. Como Salomón en la lectura de esta semana, debemos humillarnos frente Dios, entregándonos a su servicio. Pidamos en nuestra oración un corazón sabio, que desee únicamente efectuar su voluntad. Las promesas que hace Isaías en la primera lectura de este domingo se han cumplido en Jesús y en la Iglesia. Todos los que están sedientos vienen a las aguas vivas del bautismo (cf. Jn 4,14). Los hambrientos se recrean en abudancia en el pan para comer y el vino para tomar de la mesa eucarística.
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Ha venido a descubrir que todas y cada una la gente son coherederas de la familia real de Israel, como enseña la epístola de este domingo. Su viaje, cargados de oro y perfumes, evoca el que hicieron la reina de Sabá y los “reyes de la tierra” en pues de Salomón (cfr. 1 R diez, 2.25; 2 Cr 9,24). Es interesente ver que las únicas citas bíblicas donde se hablan de juntos el incienso y la mirra, están en el Cantar de los Cantares, un libro que refiere a Salomón (cfr. Ct 3,6; 4,6.14). La peregrinación de los Magos que nos detalla el Evangelio del domingo, marca el cumplimiento de las promesas de Dios. Estos, probablemente astrólogos persas, prosiguen la estrella que, según pronosticó Balaam, se alzaría como un cetro sobre la casa de Jacob (cfr. Nm 24, 17).
Pedro nos advirtió acerca de las escrituras de Pablo. El hijo de Sirá dedica una pluralidad de tales a la resolución y el valor de un verdadero amigo (6,5-17; 9,14.15; 12,8.9), al precaución con que tal persona debe ser conservada (22,25-32), y también a la carencia de valor y los peligros de la amiga infiel (27,1-6, 17-24; 33,6). El creador no tiene nada en oposición a aquellos en el poder, sino, por contra, cree que es una expresión de la intención de Dios que ciertos estén en estados de vida exaltados, y otros, en estados humildes (33,7-15). Concibe a las distintas clases de la sociedad, pobres y ricos, sabios y también ignorantes, como capaces de ser dotados de sabiduría (37,21-29). Quiere que un príncipe tenga en cabeza que está en la mano de Dios, y debe justicia igual para todos, ricos y pobres (5,18; diez,1-13).
En la primera lectura de esta semana, al seguidor de Elías se le permite prestar el beso de despedida a sus papás antes de disponerse a seguir la llamada del profeta. Pero quienes crean hallarán paz y clemencia, protección y alimento en el seno de la Iglesia, la Madre Sión que festejamos en la hermosa primera lectura de esta semana; la “Israel de Dios” a la que Pablo bendice el día de hoy en su epístola. Por nuestro Bautismo fuimos constituidos hijos de la luz y del día (cf. Ef 5,8; 1 Ts 5,5–7).
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Como nos comunica San Pablo en la epístola del domingo, no somos dueños de nosotros en tanto que pertenecemos al Señor. Estos pasajes de la historia de la salvación deberían darnos la fuerza necesaria para que abracemos la intención de Dios y sigamos su llamado en nuestras vidas. Disponemos a Dios, que ha venido como nuestro Salvador para enseñar a los pecadores el camino, como cantamos en el salmo dominical. Esto debería ofrecernos esperanza de que los amados de Dios que están lejos de Él, hallarán compasión si se vuelven a Él.
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El estar sujeto a sus progenitores terrenales fluye directamente de su obediencia a la intención de su Padre celestial. No se muestran los nombres de José y María, pero la lectura se refiere a ellos tres veces como “sus progenitores”, y además por separado, como su “madre” y su “padre”. Se pone un énfasis especial en los vínculos de familia de Jesús. Pero estos vínculos son remarcados únicamente para prestar paso a la enseñanza que Jesús dará con las primeras expresiones que pronuncie en el evangelio de San Lucas de el día de hoy, que la paternidad de Dios es considerablemente más esenciales que el vínculo terrenal. ¿Por el hecho de que deseó Jesús hacerse un bebé, tener una madre y un padre, y vivir prácticamente toda su historia en una familia fácil? En parte, lo logró para revelar el plan de Dios de que toda la multitud viva como una “sagrada familia”, congregada en su Iglesia (cfr. 2Co 6, 16-18).
- Renovemos este día nuestra coalición con Dios acercándonos al altar, confiando en que Él salva la vida de sus siervos, como cantamos en el salmo de el día de hoy.
- Las promesas que hace Isaías en la primera lectura de este domingo se han cumplido en Jesús y en la Iglesia.