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Miércoles, y jueves, a las 20.30; viernes y sábados, a las 19.00 y 21.30; domingos, a las 19.00. 26 euros.Disculpa bonita pero Lucas me quería a míEl comedia musical que triunfó en el cine sube a escena amoldado por Félix Sabroso y Dunia Ayaso e Israel Reyes en la dirección.Teatro Infanta Isabel. De miércoles a sábados, a las 21.00; domingos, a las 19.00. 16 euros.LiftingUna comedia que da un giro hacia las apariencias donde 4 mujeres protagonizan diferentes individuos en 17 ocasiones.
El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, en tanto que es número de hombre. Le parecería fabuloso a alguien que el mundo sería dirigido hacia la adoración de un hombre, y un hombre del demonio. Pero por naturaleza, el hombre tiene un impulso espiritual indiscutible, y asimismo tienen una rebelión innegable en oposición a Dios. Lo que mucho más desea el hombre, no es la supresión de la religión, sino su propia religión. Ellos dicen que desean el reino, pero no desean a Dios en él. ¿Quiénes son estos santurrones que son vencidos por la bestia?
Isaías 8 Observación En Lo Que Se Refiere A La Inminente Invasión Asiría
Estas fiestas deben recordarnos, en lo considerablemente más íntimo de nuestro corazón, qué intensamente nos ama Dios ; y cómo El nos escogió desde antes de la fundación del mundo para ser Sus hijos (cfr. Ef 1, 4-5). El domingo pasado celebramos el envío del Espíritu Santurrón, que selló la Novedosa Coalición de Dios y renovó todo lo desarrollado. Lo que hacemos en memoria Suya es ofrecer nuestras vidas a Cristo y renovarle nuestro compromiso de servirle y ser fieles a su Coalición.
- Las ciudades asiáticas estaban entre las primeras exponentes del culto al emperador por el hecho de que desearon ser vistas como fieles partidarias de Roma.
Isabel bendice a Maria por haber tenido fe en que la Palabra de Dios se cumpliría en ella. La epístola de este domingo nos comunica que Él es, al tiempo, Hijo de David y el Hijo único de Dios, que vino “en la carne” (cfr. Sal 2,7). Él es también nuestro “supremo pontifice”, de la orden del enigmático Melquisedec, “sacerdote de Dios Altísimo”, quien bendijo a Abraham en los albores de la narración de la salvación (cfr. Sal 110, 4; Gn 14, 18-20). Jesús es ese heredero, de quien los profetas prometieron que restauraría a las tribus perdidas de Israel para constituirlas un nuevo reino (cfr. Is 9,5-6; Ez 34,23-25.30; 37, 35). Él es el “pastor de Israel”, sobre quien canta el salmo de el día de hoy. Su trono está en el cielo y vino a salvarnos.
El día del Señor viene, advierte San Pablo en la epístola del domingo. Lo que importa no es el tiempo o el momento, sino lo que Dios nos encuentre haciendo con la novedosa vida y las gracias que Él nos ha dado. Luchemos por proseguirle en el camino exacto para que su reino sea nuestra heredad; a fin de que tengamos la oportunidad ingresar en el reposo eterno prometido al pueblo de Dios (cf. Hb 4,1.9-11).
Dios es el dueño y la vivienda de Israel es la viña. Como vid apreciada, Israel es arrancada de Egipto y trasplantada en una tierra fértil lista singularmente por Dios; es cercada por las murallas de Jerusalén y observada por el increíble Templo. Pero la viña no causó uvas buenas para vino, símbolo de las vidas santas que Dios esperaba de su pueblo. Por este motivo Dios dejó que fuera invadida por invasores extranjeros, como Isaías prevé en la primera lectura.
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Él debe gobernar sobre la “casa de Jacob” –título usado por Dios en el momento en que logró su alianza con Israel en el Sinaí (cf. Ex- 19,3) y también al prometer que todas y cada una de las naciones adorarían al Dios de Jacob (cf. Is 2,1–5). El cumplirá la coalición que Dios hace con su elegido, David, en la primera lectura del domingo. Como cantamos en el salmo, Él reinará por siempre y en todo momento y en todo instante como el mayor de los reyes de la tierra, y llamará a Dios “mi Padre”.
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Por tanto, nuevamente en la Eucaristía, demos gracias a nuestro glorioso Señor Jesucristo. Afirmemos con Isaías aquí esta nuestro Dios, que viene a socorrer. Que seamos ricos en fe, para que heredemos el reino prometido a los que lo adoran. ha hecho que las aguas vivas del bautismo corran por el desierto de todo el mundo. Ha liberado los cautivos de sus pecados, como cantamos en el salmo de hoy. Vino para que los ricos y los pobres puedan cenar juntos en el banquete eucarístico, según lo que nos dice Santiago en su epístola.
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Él ha descendido desde el cielo y logró habitar su gloria en la tierra, como cantamos en el salmo de este domingo. Dios mandó un ángel enfrente de Israel para liderarlo en su éxodo hacia la tierra prometida (cf. Ex 23,20). Y Él prometió mandar a un mensajero de la alianza, Elías, para purificar al pueblo y convertir los corazones al Padre, antes del Día del Señor (cf. Ml 3,1; 23.24). El tiempo del exilio –la prolongada separación de Dios que la raza humana tiene debido al pecado- está a puntito de finalizar. Esas son las buenas novedosas que proclama la liturgia de este domingo. Jesús se dio a comprender, nos comunica San Pablo en la primera lectura, para traer todas las naciones a la obediencia de la fe.
Después la tierra dejará de generar alimentos y empezará tremer . Entonces, la familia se destruirá desde dentro y los últimos leales serán perseguidos (13, 9-13). Para finalizar, se profanará al Templo y la tierra va a ser excluida de la existencia de Dios . Como pueblo sacerdotal, compartimos su sacrificio y ofrecemos testimonio de la eterna alianza de Dios.
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